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Tu amor a color negro

Me siento al final del establecimiento. Es algo así como un club al aire libre. La puta verdad es que no sabría como empezar a describirlo. Luces de colores por todos lados, las cuales te dan en la cara, haciendo que pierdas la concentración completamente. Y la música pegada a tu oído, destruyendo todo en su interior, si es que quedaba algo.

Lo importante es que me siento al lado de él, en el bar. Tú, hermosa como siempre, estás en la pista de baile. Tu traje corto flotando en el aire mientras giras tus caderas. Eres una imagen hecha para representar la nueva espiritualidad. Y él, que al lado mío toma su quinta cerveza.

Me giro y lo observo cuidadosamente. Porque quiero hacerte el favor de tomar en cuenta lo hermoso que dices que vez en él. No es nada hermoso en realidad. Tiene la nariz como un tucán. Sus ojos tienen la separación de una autopista en el medio y está lleno de barros. O eso al menos veo yo. ¿Tal vez son los fervientes celos, no? Sí, tal vez.

- ¿Te estás divirtiendo? - Le pregunto.

- Pues claro, cabrón, que fiesta puñetera. - Me contesta.

Ya veo que no recibió buena educación, el pobre. Tiene el mismo rango de lenguaje que un tecato de Bayamón. No, no, eso sería insultante al tecato.

Tomo un respiro profundo y lo intento de nuevo.

- ¿Todo va bien con Mari? Hace tiempo que no los veo y pensé que era importante preguntar. Espero que no lo cojas a mal. - Le digo.

- No, no, para nada. Te entiendo. Tú y ella se conocen por más tiempo. Pero sí, to' bien."

- Chévere… - Lo pienso un momento antes de decirlo, pero no lo aguanto. - Me contó de una discusión que tuvieron hace poco.

- ¡Ah! Eso no fue na. Es que se puso a hablar con un maricón ahí y no me di cuenta que era maricón y fui a donde él y le metí un lapo.

Tremendo.

- Pero to' está bien ahora. - Terminó de decirme.

- ¿Qué quieres decir con eso? - Le pregunto.

- Bueno es que... Mari se encabronó y pegó a discutirme y me agitó y a veces me salgo de control cuando me agito. - Me mira de reojo al decírmelo. Un reojo penoso. Como que sabía que lo habría de descifrar. Y así fue. Porque antes de venir a donde él, ya yo había hablado con ella. Y en sus ojos vi la verdad del asunto.

Negro. Lo próximo fue todo negro. Hasta que me regresaron los sentidos nuevamente y vi donde estaba.

El callejón era alumbrado por un solo poste de luz amarilla que parpadea de vez en cuando. Pajaritos buscaban el calor de él, cada uno peleándose por un espacio entre esa gloria.

Mi pie se movió un instante y aplasté algo pegajoso. Muevo mis ojos frente a mi y los llevo hasta el suelo en donde encuentro algo parecido a lo que era tu novio. Sólo que ahora le falta la mitad de la cara. La tengo pegada a mi zapato.

Vomito lo que tenía en el estómago. Mi cabeza no para de girar ahora. Me limpio el sudor de la frente con la parte de atrás de mi manga larga.

- Ahora si se jodió esto. - Digo entre mi respiro.


 MáS SOBRE EL AUTOR: 

 

Jonathan Santos Atanacio es un joven autor amateur y escritor de varias historias cortas en categorías como: ficción,  ciencia ficción, comedia y juvenil.

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