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Los Levantados

Ráfagas de viento soplaban fuertemente en mi rostro. Mis ojos estaban cerrados, por suerte, así que la arena no me molestaba tanto. Aún así podía sentir los pequeños granos rozando mi piel, algunos llegando a rasparme. Deduje que era arena con rapidéz ya que no hay otra sensación igual a la del viento levantando esas diminutas rocas en la playa. Mi madre me llevaba todo el tiempo cuando era pequeño. Varias veces Andrea y yo intentamos ir pero la realidad es que nunca se sintió igual.

Tuve que abrir mis ojos después de un breve momento. No podía aguantar las ganas de saber lo que ocurría al otro lado de mis párpados. Una luz brillante entró por la fina rendija de mi ojo y me molestó brevemente pero, luego de que me acostumbré a la intensidad, pude observar que me encontraba parado en un océano de arena blanca. La luz del sol rebotaba en contra de las dunas y lo hacía casi imposible de apreciar pero era claro de que no se podía ver un final para este desierto.

Vi una figura aparecer a lo lejos de aquel lugar extraño. No se movía de ninguna manera y eso me comenzaba a preocupar. El viento volvió a tocar mi rostro, suavemente esta vez. “Bienvenido,” una voz susurró a mi oído. Esto fue lo último que ocurrió antes que me despertara. La alarma de mi celular sonó y todo volvio a la normalidad. De cierta manera, al menos.

Esa mañana… Esa mañana todo fue diferente. Por alguna extraña razón, Andrea y yo nos encontramos dando un paseo por el parque, algo que nunca nos podíamos imaginar haciendo. Nuestras mentes no podían estar en otra cosa que en nuestros trabajos y problemas personales. La vida nos había agarrado por la cintura fuertemente durante ese periodo y nos había arrastrado por el pavimento mojado, lleno de fango. “¿Qué más podíamos hacer?”, nos decíamos a nosotros mismos. El tiempo “no nos daba”. La realidad era que todas las excusas que se nos ocurrían eran solo eso, excusas. No había sido lo mismo desde que ella consiguió el trabajo en el periódico y yo comencé a transportar la mercancía de la empresa nacionalmente. Lo correcto, ahora puedo razonar, hubiese sido el cortar la relación en ese momento o simplemente no aceptar los empleos. Pero lo hecho, hecho está. No hay vuelta atrás. Ahora todo es hacia arriba, literalmente.

- He estado pensando en nosotros. - Andrea me decía. El viento mañanero acariciaba su cabello y la hacía parecer como una de esas princesas de cuentos de hadas. Aún en ese momento pensaba: ¿Cómo fue que tuve la suerte de salir con ella? Nunca fui de los chicos mas atrevidos y por lo tanto mi suerte con las damas no era extensa. Pero Andrea, Andrea fue un regalo en mi vida. Uno de esos regalos que si logras tenerlo al menos una vez, es milagroso.

- ¿En qué has pensado? - Le respondí.

- ¿Recuerdas la vez que fuimos a casa de mi madre? ¿Durante aquellas navidades, después del funeral de tu abuelo?

- Claro. - No sabía hacia a donde iba con esta conversación. Estas cosas me ponían nervioso. Aunque no habíamos estado pasando tiempo juntos, ella tenía la capacidad de tomar mi corazón en sus manos y hacer lo que sea con el.

- Durante esas vacaciones, llegue a observarte constantemente. No sabía por qué en aquel momento pero llegué a darme cuenta de que subconscientemente te estaba analizando. Y hace tiempo atrás me preguntaba: “¿Acaso yo haría lo que sea por este hombre si me lo pidiera?”

Esto me puso aún más nervioso. ¿Qué significaba todo esto?

- ¿Y cuál fue la respuesta? ¿Hubo una respuesta? - Trataba de no sonar desesperado pero ya esta conversación me tenía más ansioso que cuando vi el final de Breaking Bad. Ahora que lo pienso, es graciosísimo que todo haya ocurrido en aquel mismo instante.

A Andrea no le dio tiempo para contestar. El suelo comenzó a temblar de tal manera que ambos caímos en nuestros traseros. Mi corazón comenzó a querer salirse de mi pecho tan pronto vi los ojos del amor de mi vida. Estaban llenos de sorpresa y miedo a la misma vez. Era algo que nunca había visto en ella. Miré a mi alrededor y vi una docena de edificios hacerse pedazos a las afueras del parque. Caían al suelo como estructuras hechas de arena. Las carreteras comenzaron a agrietarse y automóviles se desbordaban entre ellas. Los gritos y gemidos de las personas a penas se escuchaban debido a la vibración del suelo. Esto no es un terremoto regular.

- ¡Josh! - Andrea gritaba. Yo estaba igual de paralizado que ella. No se me ocurría más nada que esperar. Tal vez se terminará. Tal vez en unos minutos se terminará. El desastre nos rodeaba. Los troncos de los árboles se meneaban como goma ante el jamaqueo de la tierra. Una lluvia de cristales rotos caían sobre nuestras cabezas. El mundo parecía terminar.

De pronto, la vi. Como una serpiente se acercaba a nosotros y mi corazón se detuvo. Se que el de Andrea también, ya que se acercó a mí de repente y agarró mi mano. La gigantesca grieta ya estaba frente a nosotros, tragándose todo en su camino; automóviles, pequeños mercados, conductos eléctricos. No había escapatoria de ella. Miré a Andrea y en ese instante supe que no había mejor persona con la que quisiera estar en estos momentos. Ella era mi fuerza. Fue arrebatada de mi.

La grieta hizo que nos separáramos. Se interpuso entre nosotros y creó un vacío incomparable en medio nuestro. La carretera crujía y se desmoronaba frente a mi. Miré dentro de sus profundidades y lo único que encontré fue oscuridad. Y al otro lado de esa oscuridad estaba mi luz. Andrea lloraba y extendía su mano para encontrar la mía pero nuestra distancia no lo permitía. La grieta se extendió con la rapidéz de un rayo y de pronto mi Andrea se encontraba inalcanzable.

El suelo. No era creíble lo que estaba ocurriendo. El suelo mismo se había levantado a los aires. Edificios en pedazos ahora flotaban junto a carreteras y lo que restaba de aquel parque perdido. En la tierra solo quedaba un orificio gigantesco, en donde había estado una ciudad hace varios minutos. Podía ver a mi Andrea detenida frente a él. ¿Qué podría estar pensando? Supuse por un largo tiempo que todo esto se trataba de alguna pesadilla. Me decía a mi mismo que pronto despertaría y ella estaría a mi lado, tan hermosa como siempre. Aún cuando me giré y vi a personas, aquellos que no habían podido evitar el Levantamiento como yo, no creía que era real. ¿Quién podría?

- Esto no es cierto. - Dijo un hombre frente a mi, observando algo que estaba a mis espaldas. No sabía si podía soportar más sorpresas pero me tuve que girar para ver lo que ocurría. En la distancia, se podían ver claramente una multitud de ciudades levantadas en el aire. Pedazos de tierra gigantescos ahora flotaban entre las nubes. Se podían escuchar los gritos de personas en ellas, las cuales desesperadamente aclamaban los nombres de sus seres queridos que aún estaban en la tierra. Pronto los que me acompañaban comenzaron a gritar también. Yo solo podía pensar en cuán rápido todo había cambiado. En cuanto tiempo había gastado en refugiarme bajo mi trabajo y mi dinero, que había perdido la visión de lo que ya estaba ahí para mi. Andrea estaba ahí. Y ahora...


El cielo era el más puro de los azules. No había nubes en ninguna parte. Solo un cristal que se extendía por lo que parecía ser una eternidad. Sentí miedo por un momento. No sabía lo que estaba haciendo en aquel lugar. Me preguntaba por qué estaba tan vacío. La respiración se me acortaba cada vez más rápido. Dios, cuanto la extraño. - ¿A quién extrañas, travieso? - Una voz dijo a mis espaldas. Me giré y allí estaba. La chica mas hermosa de todos los tiempos. Mi Andrea. Sus ojos eran como destellos de luz. Parecía como si todas las estrellas se habían puesto de acuerdo para reunirse en su rostro. Su cabello rizado flotaba como si estuviera bajo el agua. Agua. Agua. Agua. Estamos bajo el agua.

La mirada de Andrea cambió de felicidad a pánico en un instante. Agitaba sus manos para tratar de subir a la superficie pero algo no la dejaba. Miré sus pies y vi que estaban encadenados a una piedra. ¿Quién te hubiese podido hacer algo tan horrible? Miré más abajo y me di cuenta de que en mis manos habían unas llaves plateadas. Comencé a nadar frenéticamente para llegar a la cadena. El agua parecía ser más espesa de lo que la recordaba. El llegar a la piedra se sintió como una eternidad, pero lo logré al fin. Luché para rodear mis manos entre la cerradura pero se resbalaba y no lograba introducir la llave.

Andrea se desesperaba. Ya no aguantaba estar bajo el agua pero por alguna razón a mi no me molestaba. Esto será otra tortura que se imparte sobre mi, solo para verla sufrir. Josh. Burbujas comenzaban a salir por la boca de Andrea. Ya se acababa el tiempo. Mi pecho se achicaba. Josh. Andrea comenzó a patalear, tratando de salir por la fuerza. Yo trataba de controlar sus piernas para poder liberarla. Josh. Una de sus rodillas golpeó fuertemente mi cabeza. Esto hizo que me alejara de repente. Me quedé por un segundo mirando las profundidades oscuras del mar en donde una luz brillante resplandecía.

Dentro de mí sentía que se estaba tratando de comunicar conmigo. Me quería decir algo con desespero y yo la quería escuchar. Nadé un poco más hacia aquella luz y me detuve cuando parpadeó, alumbrando la extensa cantidad de agua que nos rodeaba. - ¿Tu tienes que ver con todo esto, no es así? - Le pregunté.

- Eres muy listo. - Me contestó, con una voz aguda y vibrante. Su timbre rebotaba en aquella profundidad. - Por esa misma razón los escogimos. - Josh.

- ¿Nos escogieron? ¿Por qué? ¿Por qué nos hacen sufrir todo esto?

- Tienes muchas preguntas, estamos seguros de eso. Prontamente tendrás respuestas. Todos las tendrán. Han sido escogidos para recibir el conocimiento que otros han deseado durante siglos. Ustedes son los privilegiados.

- No se siente de esa manera. ¿Qué es lo que sigue? - Le pregunté.

- Un nuevo comienzo. - Dijo la luz.

- ¡Josh!

Me despierta la voz de un hombre joven.

- ¿Qué? ¿Qué ocurre? - Le digo a Frank. Es uno de los Levantados que se ha hecho mi amigo durante estas pasadas seis semanas. En estos días necesitamos amigos. La soledad se ha apoderado de la gente y a algunos los ha dejado sin esperanzas. A causa de esto, hemos tenido algunos accidentes que involucran largos saltos y caídas sin probabilidad de recuperación. Necesitamos cosas que nos den fuerzas para continuar. La pérdida de nuestras familias y seres queridos nos ha vuelto incapaces de tener empatía. Las personas se han refugiado en las estructuras que sobrevivieron después del Levantamiento y solo salen para hurgar alimentos y herramientas necesarias para continuar. Pero los alimentos se están terminando.

Los Levantados me han escogido como uno de los líderes para poder guiarnos hacia alguna posible solución a nuestros problemas. Como dije, han pasado seis semanas. Aún no tenemos nada. Esto no ayuda para cuando quieres calmar a un pueblo que se empieza a desesperar y… Agua, agua. El sueño regresa a mi mente sin yo quererlo. Cuando estaba en el Suelo hace algunas semanas, me pasaba todo el tiempo tratando de recordar mis sueños y ahora vienen a mi de una manera cruel y torturante.

Me levanté de mi no-muy-cómodo mantel en el que duermo y sigo a Frank hacia la sala de reuniones. Me estoy refugiando dentro del banco destruido, uno de los pocos edificios que aún tienen el techo casi entero. Conmigo se refugian otras tres personas; Ignacia, su hija y Fernando. Son las únicas personas que han podido soportar mis ronquidos durante estas pasadas semanas. Me echaron de otros dos lugares antes de comenzar a vivir con ellos. Los pasillos del banco parecen estar más vacíos y oscuros que otras veces. Recientemente hemos sufrido los suicidios de otras dos personas y los sobrevivientes de mi terreno no lo han manejado de la mejor manera. Todos se preguntan quién será el próximo que pierda su cabeza y decida tomar el salto más largo.

Bajamos las escaleras del segundo piso del banco y puedo ver a los otros líderes rodeando la mesa en la sala de reuniones (que en realidad es el lobby del banco destruido). Allí se encuentran Norman, Eleanor y María. Frank y yo nos acercamos a la mesa y podemos sentir la tensión que rodea al grupo.

- ¿Hay alguien entre nosotros que quiera decir algo antes de que comencemos? - Pregunta Frank. Nadie dice nada. - Muy bien. Esta reunión oficialmente ha comenzado. El primer tema que nos concierne es la comunicación de nuestros compañeros en el Suelo. Norman, dinos. ¿Ha cambiado algo?

Norman es un joven delgado y alto. Por lo que conocemos de él, había sido un prospecto del baloncesto antes de que todo cambiara. - Nada hasta ahora. Como saben, el último comunicado decía que todos en el Suelo han perdido poder desde el Levantamiento. Los aparatos eléctricos o de combustible no funcionan, así que no hay una manera inteligente de rescate… - Este comunicado lo conmueve. Todos hemos perdido tanto.

María pone su mano sobre Norman y lo consuela.

- Está bien, Norman. Todo estará bien. - Comienzo a decir. - Sólo tenemos que seguir siendo fuertes por aquellas personas que tenemos en el Suelo. Ellos necesitan que sobrevivamos para poder encontrarnos nuevamente. Como sabemos, yo he estado encargado del manejo de alimentos durante estas semanas y he estimado que nuestro almacén podría durarnos al menos dos semanas más. Es probable que tengamos que comenzar a racionar pero tendremos lo suficiente para durar algún tiem… - El temblor me interrumpió. Está ocurriendo justamente como antes. La estructura se comenzó a jamaquear y el suelo a vibrar. Rápido nos agarramos de manos y corrimos hacia las afueras del banco destruido para saber que estaba sucediendo.

El cielo se había tornado violeta y el viento azotaba nuestros rostros con fuerza. El polvo causado por los derrumbes se levantaba y se esparcía en el aire. Era casi imposible nombrar con precisión lo que estábamos viendo, sin mencionar que no lo queríamos creer. Una sombra gigantesca apareció de entre las nubes. Comenzamos a oír un zumbido eléctrico que parecía rodearnos. Nos miramos unos a otros y no sabíamos lo que hacer o decir. Los niños estaban agarrados de las piernas de sus padres, temían lo que podría pasar. Nosotros nos encontrábamos en el mismo estado pero no podíamos mostrarlo.

La nave descendía lentamente. Su forma era la de un óvalo con escamas metálicas. Cada una parecía vibrar llena de energía. Se levitaba ahora justo encima de el pedazo de tierra flotante en el que residimos y ahí se quedó por varios minutos, esperando, paciente. Nadie se atrevía a acercarse y era obvio que no era seguro hacer ningún tipo de movimiento. Poco después, las escamas comenzaron a vibrar nuevamente. Una de ellas se desató de su encaje y lentamente bajó hasta tocar tierra. Una luz brillante salía de adentro de la nave. Probablemente para no permitirnos observar su interior. Todo esto era claramente más de lo que podíamos comprender. Pero lo que vino después fue mayor.

De la luz surgió una figura pequeña. Todos nos sentimos más tranquilos al saber que no eran criaturas horribles las cuales nos tratarían de intimidar con sus tentáculos. El humo desapareció y los podíamos ver con claridad. Sus brazos pequeños colgaban incomodamente de sus hombros y sus cabezas eran tal vez un poco muy grandes para su cuello, pero todo lo demás parecía normal. Eran solo… tan solo… niños. Nos miraban con sus ojos muy abiertos, analizando todo en los alrededores.

El que aparentaba ser su líder se acercó al frente. Era tan solo un pequeño de tal vez seis años pero en sus ojos había experiencia y misterio.

- Estamos aquí para llevarlos a casa. - Dijo.


FIN.


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 MáS SOBRE EL AUTOR: 

 

Jonathan Santos Atanacio es un joven autor amateur y escritor de varias historias cortas en categorías como: ficción,  ciencia ficción, comedia y juvenil.

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