Lumberto
Siempre he tenido mala suerte! Lo juro, sí, lo juro. Desde que nací he tenido mala suerte. Te puedes dar cuenta de esto fácilmente si tan sólo me preguntas mi nombre. Y qué nombre! No estoy seguro si mi madre estuvo alguna vez en la escuela secundaria, (Claro que sí lo sé, si es maestra, por dios santo!) pero es que no se da cuenta de lo crueles que pueden ser los chamacos cuando te presentas y como buen zángano dices: “Hola, me llamo Lumberto!”. Y qué vergüenza me da cuando se ríen de mí en mis propias narices.
Madre dijo que me llamó de esa manera porque mezcló su nombre, que es Lumbrera, y el de mi padre, quien nunca he conocido, que es Roberto. O al menos ella cree que es Roberto! Cuando le pregunto si está segura me dice: “Estoy segura de que termina con ‘erto’”. Supongo que no importa demasiado ya que el bueno-para-nada se escabulló antes de que yo tuviese la memoria suficiente para recordarlo. Mi madre nunca quiere hablar al respecto y me da pena preguntarle porque se pone tristona cuando lo hago.
Aún así, tengo que sufrir el terrorismo de parte de mis compañeros de clase cada día por culpa de ella y de mi horrible nombre. La única dulce liberación que tengo por un corto tiempo durante el día es cuando veo a Mariana pasar por mi lado en los pasillos del colegio. Ella no se da cuenta que la veo y que la admiro y que la amo pero así es. Así de simple. La amo! Y por eso escribo, porque no tengo realmente a nadie más a quién contárselo. Se lo podría decir a Alfredito, que es mi mejor amigo, pero también es medio menso y de seguro se lo irá a decir a todo el colegio. Ahí sí que mi vida se acabaría.
Pero que bueno que no se ha acabado aún porque Mariana llena mis días de sol. Si ella tan solo viera lo que yo veo en ella, tal vez no se pintara la cara con colores tan oscuros y tal vez no andaría siempre agarrando un libro entre sus brazos cruzados y su pecho. A cada rato se pasa leyendo libros bien pegados a su cara en los pasillos. Creo que trata de evitar que le hablen o la miren. Aún así yo la miro, la miro porque es lo único que completa mi día.
Tiene unos ojos que tan solo se pueden describir como perlas. Si te fijas bien, si te imaginas que se quita su maquillaje y sus pestañas falsas te darás cuenta que tiene los ojos más mágicos y hermosos que jamás hayas visto en tu vida. Y su pelo, ay su pelo! Está perfectamente recortado de manera que cae antes de tocar sus hombros y hace que su cara se vea como si hubiese sido tallada por ángeles. Tiene unos cachetes tan adorables, tan solo me gustaría pegar mi cara a la de ella y sentir cómo se siente una nube del cielo.
- Lumber! Lumber! - me grita mi menso mejor amigo Alfredito.
- Qué!? No ves que estoy escribiendo? - le contesto.
- Si ya veo, sal de ese sueño mojado y mira esto!
Alfredito recientemente había recibido un teléfono celular durante nuestras vacaciones navideñas. Esto le había dado la oportunidad de descubrir la infinita capacidad que tiene la internet para dejarte ver pornografía de miles variedades. Basta decir que esto había sido un milagro para ambos ya que podíamos ver en vivo y a todo color las cosas que nos habíamos estado preguntando durante toda nuestra vida.
- Viste! Viste, te lo dije que así se hacía. Y tu bien tonto, “Es por el otro lado”. La internet ha hablado y quedaste mal. - decía Alfredito mientras su cara estaba enterrada en la pantalla táctil. A veces el celular se le quería bloquear y él respondía con un “No, no, no!” y tocaba la pantalla para que se aclarara el brillo de el video porno.
- Acaso estarás toda tu vida metido en el celular mientras miles de nenas pasan frente a tus ojos? Nenas que podrían darte lo que estás viendo ahí. - le digo.
- Miles de nenas nos han pasado de frente desde hace siglos y ni una nos ha prestado atención. Al menos estas no les importa si las veo hacer fresquerias. - me contestó Alfredito.
Admito que tiene cierto sentido pero eso no me detendrá de alcanzar el corazón de la nena más hermosa que ha existido en este universo. Mariana… Ay, mi Mariana!
Ese fin de semana todos hablaban sobre la gran fiesta que Sofía iba a tener en su casa y de cómo todos los chicos y chicas populares del colegio serían parte de tan glamoroso evento. Sofía era una de estas. Yo la conocí cuando no era más que una chica nueva en el colegio y nadie quería sentarse al lado de ella porque esa semana estaba enferma. Algunos de los alumnos más odiosos la apodaron “Mocosa-doble-cara” ya que sus mocos formaban la segunda mitad de su rostro. Pero yo estuve ahí, la introduje a varias personas y poco después hizo amigos con todos. Yo fui dejado atrás.
Esperaba con ansias que Mariana estuviera allí así que obligué a Alfredito a que me acompañara a la fiesta. Todo el camino desde nuestra casa estuvo quejándose y diciendo cuán mal amigo era por no haberlo dejado quedarse para que pudiese jugar Red Dead Redemption. Estábamos a mitad de camino cuando se vira y me dice: -Apuesto a que Mariana estará en la fiesta. Dime que no. A ver, dime.
- Qué importa si Mariana está en la fiesta? - le contesto, tratando de disimular.
- Qué importa!? Qué importa!? Acaso no es ella la reina de tus sueños mojados?
- De què tu hablas? Deja de inventarte cosas! - digo, aún tratando.
- Bien, lo que tu digas. Tal vez me la ligue hoy y le enseñe varios de mis videos favoritos.
- No te atrevas a hacer esa asquerosidad frente a ella! - dije sin pensarlo.
- Ajá! Misterio resuelto. Y no le has dicho nada. Típico.
- Se lo voy a decir hoy! - eso también lo dije sin pensarlo.
Llegamos a la fiesta y no estoy exagerando cuando digo que todos los del colegio estaban allí. Me arrepentí inmediatamente de haber venido. Traté de escaparme pero Alfredito me agarró por el brazo y me jaló hasta la entrada. Allí estaba Sofía hablando con el grupo de las chicas más odiosas del colegio.
-Lumberto! Que sorpresa! - dijo Sofía y todos nos dábamos cuenta de que no quería decir eso en realidad. Imagino que las palabras que estaba buscando eran: “Lumberto! Que demonios haces aquí pedazo de basura humana?”. Improvisé con los modales que mi madre me dijo que tuviera cada vez que sintiese las ganas de cortarle la cara a alguien y dije: -Sofía, hace mocos que no te veo!
Sofía se quedó tan pasmada como si le hubiese hablado en francés. Después de un momento se movió de su estática posición y nos dejó pasar. Conocía a casi todo el mundo en aquel lugar aunque ellos no me conociesen a mi. Estaba Coral, la chaparra más inteligente de la clase, Kenny, el coronado mejor memero del aula, Valeria, la chica que no paraba de hablar de Zack Efron, incluso estaba Zully, una chica de cara seria a la que le tengo respeto.
Pero por más que buscaba no encontraba a mi Mariana. Espero no haber venido a este basurero para no encontrar a mi perla hermosa caminando por las salas. Juraría que me había llegado algún tipo de información de que estaría aquí. Tiene que estarlo. Me levanté en las puntitas de mis pies y miré al otro lado de la fiesta. Allí estaba. Llevaba puesto un vestido negro tejido de tal manera que parecía estar hecho de distintas flores negras y plateadas.
Me trepé en una de las sillas plásticas, que habían puesto para la fiesta, para poder ver mejor. Mariana no hablaba con nadie, solo miraba a todos en la habitación y sonreía cada vez que pasaba algo gracioso. Esa sonrisa tan bella que tiene! Si la gente se diera cuenta de su sonrisa creo que no habría más dolor en el mundo. Su sonrisa podría ser noticia de primera plana, algo que de lo que estarían hablando por días, semanas y meses.
Algo raro sucedió en aquel momento. Un chico que claramente era mayor de edad que todos los que estábamos allí se acercó a Mariana y le comenzó hablar. El rostro de mi Mariana cambió y se volvió bien serio y aveces triste. Vi que ella comenzó a empujarlo pero él la agarró por sus brazos, la trepó en sus hombros colgada como un saco de papas y se la llevó de aquél lugar.
“Qué demonios acaba de pasar?” era la pregunta que corría por mi cabeza una y otra vez mientras me dirigía rápidamente a Alfredito, quién se encontraba tratando de conquistar a un grupo de chicas con sus patéticos trucos de magia que aprendió en la internet. Lo agarré por la espalda y lo viré hacia mi. No sabía lo que decir. Cómo expones la posibilidad de que acabas de ver a una chica siendo raptada (el amor de tu vida para colmo de males!) en palabras entendibles?
-Qué demonios te pasa!? No ves que estaba a punto de completar mi acto final? - me dijo Alfredito.
-Yo… yo no… es que… - eran las palabras que salían de mi boca. Alfredito claramente no podía entender nada. Me miraba con cara de zángano, más zángano de lo normal me refiero.
-Escúpelo animal! - Alfredito gritó, dándome una bofetada en la cara.
-Se llevaron a Mariana! - al fin grité.
-Quién se la llevó? Sus padres?
-Un… Un extraño… - dije asfixiado. Toda esta situación se estaba poniendo muy pesada para mi flacucho pecho. Agarré a Alfredito por el brazo y me lo traje corriendo hacia la parte de atrás de la sala, por donde se habían llevado a Mariana. Allí encontramos un puerta trasera por la cocina que daba a la calle de atrás del vecindario. Miré por todos lados pero no habían señales de Mariana o su apresador. Solo se veían las luces brillantes de el letrero que anunciaba que el bar estaba abierto. Supuse que un bar nebuloso sería la perfecta opción para que un apresador llevara a su víctima y que no lo encuentren así que decidí moverme.
Nos acercamos rápidamente hacia la entrada del bar y por algún milagro el portero tenebroso que siempre estaba allí, no se encontraba hoy. Alfredito entró primero ya que lo convencí de que el era el más fuerte de los dos(puras mentiras) y me hizo caso. Entró con su pecho en alto y parado en las puntas de sus pies para hacerse más alto. Iba tambaleando por todo el bar hasta que nos detuvimos en la barra para hacer preguntas. El hombre del bar parecía una momia, creo que no hubiese creído que estaba vivo si no estuviese respirando. Su cara flacucha y ojeras oscuras lo hacían un candidato perfecto para reemplazar al portero desaparecido, nadie se atrevería a entrar al bar con él en la puerta.
-Disculpe, de casualidad no ha visto a ningún hombre alto calgando una chica en sus hombros pasando por aquí? - pregunté.
-No amiguito.Y si lo encuentras asegúrate de enviarlo para acá para preguntarle donde encontró una chica en este pueblo tan desierto. - respondió el hombre de la barra. Esto hizo que varios hombres en aquel lugar se rieran y chocaran cervezas.
Había un hombre curioso con su cabeza recostada encima de la barra que no se había levantado hasta que escuchó las carcajadas y el sonar de las botellas. Me miró rápidamente con ojos extraños, como si estuviese tratando de reconocer mi rostro. Estaba vestido de mantas negras con solo una parte de su collar de color blanca.
-Mi niño, ve acá. - me dijo con un tono como de borracho.
-Qué quiere señor? - le pregunté.
-Estás buscando algo. Algo preciado para ti.
-Sí, dije que estaba buscando a un hombre alto. Lo vi llevarse a mi amiga de una fiesta en la que estábamos. Por qué? Lo ha visto?
-No, no he visto a nadie. Pero te ayudaré a buscarlo porque esto me parece importante. - dijo el borracho tratando de pararse de su banco.
-Usted es Padre, no es así? El Padre de la iglesia?
-Así es. Pero no estoy trabajando ahora mismo. Quién es esta criatura a tu lado?
-Es mi amigo Alfredito, me está ayudando a buscar a mi Mariana.
-Bien, pues vengan los dos. Vámonos de este lugar, niños como ustedes no deberían de estar en tales sitios.
Salimos de el bar, siguiendo al Padre que se tambaleaba de lado a lado. Su larga barba y bigote estaban aún llenas de la espuma de la cerveza cuando nos movíamos por la calle buscando a aquel hombre alto que había visto. A veces miraba al el Padre por largo tiempo y me imaginaba lo que estaría pasando por su mente. Siempre me había llamado la atención todas las cosas de la iglesia; las ceremonias, los vestuarios, la música y las personas. Por eso no me detuve en preguntarle: -Padre, por qué Dios quiere que tengamos miedo? El Padre se viró hacia mí y me dijo con sus ojos bien abiertos:
-Mi niño, Dios no quiere que tengamos miedo. Qué te hace pensar tal cosa?
-Cada vez que me acerco a mi Mariana me tiemblan las piernas de el miedo que me entra. Le he pedido a Dios que me cure de ese miedo pero nunca hace nada, por eso he decidido que El debe querer que tengamos miedo.
-No mi niño, Dios no quiere eso que dices. Acaso conoces la historia de cómo se creó el mundo?
-La de Adán y Eva? Si, eso creo. - dije tímidamente.
-Pues cuando Eva se enfrenta a aquella serpiente tan fea que le ofreció aquella fruta tan deseable, ella cae en su trampa y de ahí en adelante conoce todos los sentimientos que tu y yo conocemos hoy en día. Entre esos estaba el miedo. Desde entonces nosotros tenemos que luchar encontra de nuestros miedos. Eva no luchó aquel día. Es como un exámen, no crees?
-Si, ya veo. Solo tengo que aprobar.
-Correcto, mi niño. Correcto!
-Solo tengo que aprobar para poder hablarle a mi Mariana.
-Haz dicho Mariana? - el Padre me preguntó con cara llena de duda.
-Sí, eso dije. Por qué?
-Hay una chiquilla que va a mi iglesia llamada Mariana. Acaso se viste de negro y tiene el cabello corto que cuelga hasta los hombros?
-Si así es! - dije todo emocionado.
-Pues yo conozco donde vive! Creo que deberíamos dar una vuelta, no crees?
Rápidamente corrimos hacia donde el Padre pensaba que mi Mariana vivía. Era una pequeña casa no tan lejos de donde yo vivía. Tocamos a la puerta y una mujer adulta nos abrió. Nos preguntó qué era lo que queríamos a estas horas tan tarde de la noche y tratamos de explicar pero la mujer no lograba entender. De repente vi que Mariana cruzó detrás de ella y grité su nombre como si fuese un nervio automático.
Mariana fue a la puerta y le dijo a la que aparentemente era su madre que me conocía del colegio. Nunca pensé que me iría a conocer pero allí estaba frente a mi, toda hermosa mi Mariana. No supe qué decir en el momento y las piernas me comenzaron a temblar nuevamente pero recordé lo que el Padre me había dicho hace minutos atrás: “El miedo es sólo un exámen”.
-Hola, Mariana, es solo que vi a un hombre extraño agarrándote y tirándote sobre su hombro en la fiesta y pensé que estabas en peligro. - le dije.
-Ah, no, tan solo era mi hermano mayor. Es muy protector, es todo. - contestó mi Mariana.
-Ah, ya veo. Pues eso… eso era todo.
-Seguro? Eso era?
No pensé decir más pero no me podía contener y dije: -Creo que me gustaría hablar más contigo Mariana. Me gustaría que fuésemos amigos.
-Creo que a mi también me gustaría eso. - contestó.
-Bien! Hecho. Pues, nos vemos en colegio?
-Si, nos vemos. - dijo Mariana con una de sus hermosas sonrisas. Cerró la puerta detrás de mí y espero que no me haya visto dar el brinco de felicidad que di porque sería sumamente embarazoso.
Fui de inmediato hacia el Padre y le di un abrazo gigantesco. Le di las gracias por haberme aconsejado de tan excelente manera. Incluso le prometí que iría a uno de sus servicios y lo acompañaría en las oraciones. El me dijo que no había de qué darme las gracias y que estaría feliz de verme en el servicio. Nos despedimos después de un rato y mientras comenzaba a caminar recordé que ni conocía el nombre de aquel hombre tan gentil. Me le acerqué nuevamente y le pregunté.
-Mi nombre es Heriberto, mi niño. Heriberto. - contestó.
FIN.